Saturday, August 23, 2008

Operación Terrassa: por fin emulo a Jack

Antes de nada, me gustaría que le echaseis un vistazo a la siguiente fotografía, ya que el mamotreto que aparece en el centro de la misma será protagonista durante buena parte de aburridas líneas que os esperan: Oye Gonzalo, aprovechando que estás de vacaciones, ¿puedes hacerme un favor y ayudarme en una cosa del trabajo? Mi mente, que para estas cosas trabaja rápido, añadió las palabras que Joan no había pronunciado pero que se dan por supuesto en estos casos, de tal manera que la frase real fue algo así como: oye Gonzalo, aprovechando que estás de vacaciones, y que no estás haciendo absolutamente nada ¿puedes hacerme un favor y así dejas de perder el tiempo como un condenado?

El encargo era sencillo. Joan es un prestigiosísimo arquitecto barcelonés, y entre sus trabajos está el de project manager de un ricachón inglés que se está constuyendo una choza de 10 millones de euros (esto sí que es una solución habitacional) en el Paseo de Gracia. Pues bien, nuestro bárbaro british está disgustado con un par de muescas que han aparecido en las doradas volutas de yeso del espejo de uno de los baños de invitados. El espejo, que debió esculpir la prima de Dalí, está valorado en unos 15.000€ de nada, con lo que Joan estaba bastante interesado en evitar nuevas muescas, no vaya a ser que luego éstas le aparezcan a él en la cara, jejeje, y por eso nos pidió a Gonzalo Bourne y a mí que si le podíamos echar una mano, en lugar de acudir a los típicos transportistas, que se caracterizan precisamente por su delicadeza con el mobiliario. Bueno, allá vamos, ¿no? Por Joan, lo que haga falta.

Y aquí aparece en escena la fragoneta de la foto, y es que para evitar el más mínimo roce, Joan alquiló una furgo en la que cupieran unos 200 espejos como ese, repartidos por el suelo sin tocarse (exagero, pero sólo un pelín). Nos fuimos con ella a Paseo de Gracia, y por una vez me pude sentir como Dani Ocean robando tesoros artísticos en una mansión de Amsterdan, jejeje. Eso sí, cero muescas durante la extracción. Y de ahí, rumbo Terrassa, ya que la primera fase de la restauración la iba a llevar a cabo la abuela de Joan, experta en esas lides, y que tiene el taller en esa ciudad del Vallès Occidental.

Después de pagar 13 ó 14 peajes, y conduciendo a una media de 20 km/h para no dañar el espejo, llegamos por fin a Terrassa. Creo que no se construyó ese lugar pensando precisamente en furgonetas como la que llevábamos. Pero bueno, conducía Joan, y ya se ocupaba él de evitarle roces también a la furgo, que era de alquiler. ¡Vaya callejas! En fin, después de dar vueltas por una telaraña de intrincadas callejuelas, llegamos a la casa de los abuelos de Joan. ¡El espejo de Galadriel había llegado a su destino sano y salvo! Dejamos la furgo en medio de la calle, con todo abierto, ya que seis manos eran pocas para evitar el más mínimo percance hasta llegar al taller. Cuando me dí cuenta de que la furgo estaba en cueros, bajé corriendo a cerrarla. Entonces vi que ya había un par de coches haciendo cola detrás. Jejeje, les miré con la mejor de mis sonrisas, cerré todas las puertas, puse cara de lástima que yo no tengo las llaves, ¿verdad? y me fui tan rápido como había venido a decírselo a Joan. Otra vez a la carrera, bajé esta vez sí con las llaves, y la indicación de echar la furgo a un lado para dejar paso a los coches. Para evitar atentados contra mi persona, iba con las llaves por delante, para que todos vieran que ahora, sí que sí, podía aportar soluciones. La verdad es que cuando me subí en el mostrenco ese, no las tenía yo todas conmigo sobre la posibilidad de que algo más que la furgo cupiera en la calle, a no ser que la aparcara en la sala de estar de la casa de algún vecino. Pero al arrancar y subirme en la acera confirme todas mis sospechas. ¿Cómo c. pretendía Joan que la echara a un lado? Ahora, con un poco de suerte, pasaba una scooter, si eso. Es curioso, los coches seguían sin pitar... quizá estaban ocupados montando los cargadores de los Kalashnikov. Bueno, en cualquier caso era mejor no tentar la suerte ni poner a prueba la paciencia de los vecinos del lugar. Quité el freno de mano, pisé el acelerador, y saqué el tanque de allí. Total... doy la vuelta a la manzana y punto.

Es curioso. Como una tragedia shakesperiana en la cual los protagonistas se ven abocados a un destino aciago al cual no pueden sobreponerse... a mí las señales de tráfico no me dejaban nunca dar la vuelta a la manzana. Vamos, más que una manzana, era como un racimo de uvas, pero luego enganchaba con la vid y me iba a otra rama... Vamos, ni p. idea de donde estaba, y no habían pasado ni dos minutos. Hombre, ¡por fin!, aquí me dejan girar a la izquierda... Pero, tras llevarme un par de bordillos, otra amigable señal me obligaba a... bueno, a irme al quinto pino, vamos. Mira, lo mejor es pararse y llamar a Joan y a Gonzalo, y aclararnos, ya que aún no debo estar muy lejos. Mejor parar ahora que la furgo seguía entera. Dicho y hecho. Saco mi móvil, marco el número de Joan, y espero... ¡Tío, porfa cógelo! En ese momento, suena un móvil en la furgo. ¿A quién estarán llamando? ¿De quién es este cacharro? Un móvil en la guantera sonaba sin parar. Lo saco y miro quién llama... Como era de esperar, el que llamaba era yo... O sea, era el móvil de Joan olvidado en la furgo. Cojonudo. Bueno, pues llamaría a Gonzalo, aunque eso sí que era misión imposible, ya que todavía estamos investigando para qué usa un móvil que siempre se deja en su cuarto. Probé un par de veces, pero que si quieres arroz Catalina: dos más para su colección de llamadas perdidas (llegará al Record Guiness, ya veréis).

Bien... piensa Jack...
Pensé que lo mejor era volver a intentarlo por medio de la fuerza bruta, por lo que sin darle más vueltas arranqué y me dispuse a poner a prueba tanto mi sentido de la orientación como al diabólico concejal de urbanismo de Terrassa. ¡Tú o yo! Uno de los dos sobramos en este pueblo, forastero... Pero lo increíble es que tras haber arrasado tan solo un par de aceras llegué a una plaza conocida: ¡La estación! Por ahí habíamos pasado antes. Y recordaba también, por el comentario de alguien, el nombre del callejón que habíamos tomado: Carrer del Nord. ¡Tomaaaaaaaaa! Pero mi alegría se disipó bien rápido, cuando reparé en que todas las callejuelas que salían de la tal Nord eran exactamente iguales y, la verdad, no tenía ni idea de qué dirección habíamos tomado desde allí. Genial, otra vez a la deriva. Empecé a pasar por sitios por los que me sonaba haber pasado antes (debe ser el síndrome de Estocolmo para los idiotas, o quizá fuera real, no sé), hasta que acabé en una plazuela ínfima, decorada con un cruceiro, que para colmo estaba en obras. Por aquí no paso ni de coña, pensé. Pero otra vez tenía coches detrás. Dios mío, Jack, están por todas partes... Había que avanzar. Lo cierto es que, si bien los pilones alrededor del cruceiro no cedían fácilmente a los deseos de un conductor desesperado, las vayas típicas amarillas de obra sí... con lo que tras un par de maniobras francamente penosas logré escapar de aquel infierno, pero suficientemente curado en salud como para no querer conducir más por aquel lugar. Mejor aparcar (o lo que se pudiera hacer que fuera equivalente) y esperar tranquilamente la muerte. Una de las calles de salida era mínimamente decente, con lo que la única infracción que cometí al aparcar fue la de tapar una salida de garaje... En fin, tampoco me iba a ir yo muy lejos. Este fue el lugar:
Entonces fue cuando recuperé el espíritu Bauer. Es decir, me dediqué a pensar un poco. Veamos, cabe la posibilidad de que a Joan se le ocurra llamar a su propio móvil, siempre y cuando sepa dónde se lo ha dejado. En dicho caso, ahí estaré yo para cogerlo. Pero también podía mirar yo entre sus llamadas a ver si aparecía algo parecido a abuela, abuelos, etc. Es una pena... nada de nada. ¡Ahhhhhh!, claro, la lengua materna de Joan es el catalán... hay que buscar la palabra abuelo en catalán... y va a ser que no tengo ni idea. Pero ahí sí que podía llamar a la UAT y preguntar, así que llamé a Arturo. Me hubiera gustado que contestara, como en la UAT, en plan ¡Almeida! (en su caso, ¡Méndiz!), pero simplemente dijo ¿sí? Y yo: Arturo, ¿como se dice abuelo en catalán? ¿Y abuelos? (no vaya a ser que el plural tenga truco, que nunca se sabe) AVIS... ¡Bingo! Esa palabra sí que la habían visto mis ojitos entre sus contactos. Pero, es extraño: o Joan colecciona abuelos, o sus abuelos coleccionan teléfonos, porque tenía un huevo de AVIS en el móvil. Bien, probaremos con el último al que haya llamado. Dicho y hecho. Me respondió muy amable un señor, en catalán, al que intenté preguntarle si habíamos llevado un espejo hacía muy poco tiempo a su casa, y que si me pasaba con Joan. No debía ser él, porque concluyó con un rotundo debe haberse ud. equivocado.

Recapacité un momento. Joan y Gonzalo deben estar ya nerviosos pensando en dónde narices me había metido (preferí no pensar demasiado en esto). Si empiezo a llamar a todos los contactos de Joan, sean AVIS o no, va a ser necesario explicar la historia del espejo y de la furgo mil veces, hacerme entender y entenderles a ellos, dejar preocupados al menos a la mitad (¿con qué ralea de paranoicos se relaciona mi amigo/nieto/hermano/...?) y quizá dar con una dirección, que probablemente no sepa encontrar. Sin embargo, dado que estoy más o menos cerca (calculo que a menos de 500 m. en alguna dirección), también puedo callejear para hacerme ver, dando vueltas por la zona hasta que Joan y Gonzalo me vean... o el bicharraco este se quede sin gasolina. No, definitivamente esta segunda opción es nefasta: creo que muchísimo antes de dejar la furgo sin gasolina, la dejaría sin parachoques ni guardabarros. Mejor volvamos a los teléfonos... y comencemos por la colección de AVIS de Joan.

¡Aha!, no hay nada como pensar. Porque dentro de dicha colección, enseguida comprobé la existencia de dos registros que comenzaban por AVIS TRS... A ver, a ver, TRS... TeRraSsa... Terrassa...; mi intelecto procesó rápidamente las similitudes léxicortofoneticosemánticas, deduciendo que sí, que existía alguna posibilidad de que dichos números de teléfono correspondieran a los de sus abuelos de Terrassa. Claramente el espíritu de Bauer me poseía en ese momento, a la vista de mi prodigiosa capacidad de deducción. Pero es que había más: uno de los dos registros incluía la información sobre una dirección... Por tanto, no hacía falta pedir ayuda al equipo táctico (o unidad de campo, o sea, Joan y Gonzalo), si no que yo solito podía ir y rescatarlos a todos, como Jack. Pero no, una vez más pensar me salvó del desastre... pensar que podía acabar en Tarragona si volvía a intentarlo.

Así que, no sin la emoción de quien inicia una misión de asalto, llamé al primero de los dos números AVIS TRS (¿por qué al primero? Ok, Jack a veces también tiene que escoger sin datos y, por tanto, sin razón aparente... es la soledad del héroe, o como se quiera decir). Con la mano temblorosa, escuché varios tonos, hasta que contestó una voz familiar: era Joan.

Epílogo: la verdad es que no estaban muy contentos de que les hubiera salvado la vida... pero tampoco muy enfadados de que hubiera desaparecido sin dejar rastro. Creo que se conformaban con volver a ver la furgo sana y salva. De hecho, Joan no me indicó cómo llegar a casa de sus abuelos, sino que me dijo que me quedara quieto donde estaba, que ellos vendrían a mi encuentro andando. No sé, me pareció percibir un ligero matiz de desconfianza en su voz. Pero bueno, ya lo dije antes... es la soledad del héroe... Por otro lado, más tarde intenté situar con la ayuda de S. Google el sitio por el que había estado callejeando... aquí os lo dejo:


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5 comments:

AA said...

:)

Unknown said...

jajaja... me alegraste la vuelta al trabajo... un abrazo

Blog del Rafael said...

Hermosa aventura. Es verdad que el centro historico de Terrasa es complicado, pero como todos los centros historicos de todas las ciudades.
Ah, se me olvidaba, Terrassa hace 200 años que tiene el titulo de ciudad, no de pueblo.

Gonzalo said...

Tal como sugiere Rafael, he modificado "pueblo" por "ciudad". Lo demás creo que no hace falta, jejeje: es más mi lucha contra la furgo que contra Terrassa lo que fue un desastre. Por cierto, si queréis saber cómo una persona aprecia y cuida su ciudad, no dejés de echar un vistazo al blog de Rafael: http://pintorviver.blogspot.com/

Blog del Rafael said...

Muchas gracias Gonzalo.
La verdad es que tu descripción de los problemas para moverte por estas estrechas calles con la "fragoneta" es fantástica.
A tu disposicion para lo que precises.
Rafael.